lunes, 24 de noviembre de 2008

EL MONTE Y LA HERMANDAD DEL NAZARENO

ARTÍCULO DE CARLOS AZNAR PUBLICADO EN LA REVISTA "NAZARENO", CON MOTIVO DEL CXXV ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DE LA HERMANDAD

“Ha terminado la Vía Dolorosa, ya no lleva en sus hombros la cruz porque le han clavado en ella… Desde el trono de la ignominia, va a pronunciar siete sentencias, no condenatorias, sino de misericordia y perdón”. Este es el preámbulo, que aquello extraordinarios oradores pronunciaban, antes de acometer con la predicación de las Siete Palabras, pronunciadas por Cristo en la cruz.

“Ya no lleva en sus hombros la cruz”, porque la cruz se le quitaba después de su recorrido por la Vía Dolorosa, o Calles de la amargura, que es como nuestros antepasados denominaban el recorrido de la procesión de la madrugada de viernes santo.

Las imágenes de la Verónica, San Juan, Nazareno y Dolorosa, al terminar el recorrido de la citada procesión, entraban por la puerta del sagrario, a Jesús Nazareno enseguida se le quitaba la cruz y era bajado de su trono. San Juan y la Dolorosa quedaban a la espera de que llegase el momento de ser llevados junto a Cristo Crucificado que ya estaba colocado en el “Monte”. El Nazareno quedaba con la Santa mujer Verónica, la que horas más tarde también abandonaba el sagrario, para encabezar la procesión del Santo Entierro. Todo un ritual que conllevaba muchísimo sacrificio y trabajo por parte de los cofrades de la Hermandad de Jesús Nazareno, que era la que patrocinaba el Sermón de las Siete Palabras, acarreando con su puesta en escena, gastos de montaje y de predicadores que tenían que ser un mínimo de tres para la tres horas que duraba el sermón. Después había que desmontarlo todo y guardar el andamiaje, decorados, cortinas y demás. Cuando a las 20 h. se abrían las puertas de la hoy Basílica todo estaba en su sitio para iniciar la procesión del Santo Entierro.

Todo lo expresado es conocido por la mayoría de los que nacimos a principios de los años 40, y por supuesto en años anteriores, y es como se realizo durante 15 años 1940 y hasta 1955, en que dejo de representarse y predicarse las Siete Palabras. Pero en este periodo hay muchos interrogantes, que interesan resolver para enriquecer la historia de nuestra Semana Santa, pero sobre todo para la historia de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

En 1940 Antonio Calpena Díez, sufragó el coste de la imagen de de Jesús Nazareno y en 1948 la del Cristo de la Agonía, esta imagen era expresamente para la representación del “Monte”, pues era mas acorde que la que se estaba utilizando, que era el Cristo de la Buena Muerte..





Antonio Calpena, hombre histórico en esta Hermandad y también debía de serlo en nuestra Semana Santa, por haber potenciado sus más arraigadas tradiciones y enriquecerlas con dos de las más hermosas imágenes, que toman parte en nuestras procesiones y que además son de una gran devoción para los aspenses. Jesús Nazareno tiene culto y altar con hermoso retablo, en la segunda capilla del lado del evangelio de la Basílica de Ntra Sra del Socorro, el Cristo de la Agonía después de estar tres años depositado en casa de Carmen, hija de Antonio Calpena, en el número 24 de la calle Gregorio Rizo. Cuando se reconstruyó la ermita de la Santa Cruz en 1951, siendo párroco Don Felipe Bernabéu. Antonio Calpena lo cedió a la parroquia para que presidiera el altar de la ermita, con la condición de que se trasladase todos los años en Semana Santa a la parroquia, para el sermón de las Siete Palabras, y así se hizo con todo respeto y con toda la devoción que el pueblo le tiene a este Cristo Crucificado, como lo demuestra una fotografía que acompaña este artículo.

Cuando nombro a la iglesia o parroquia, me refiero a la de Ntra Sra del Socorro, actual Basílica, por que hasta el año 1974 no hubo otra.

¿Pero, que imágenes sustituyeron las actuales?, a Jesús Nazareno, una a de las mismas características e igualmente de hermosa que la destruida en el asalto ala iglesia el 13 de agosto de 1936, pero aquel desdichado y fatídico día también con el resto de las imágenes, fue destruido Cristo Yacente también de la Agonía. La misma imagen hacía las dos funciones, permanecía todo el año como Cristo Yacente en el nicho donde está el actual, que es la capilla de la Virgen de los Dolores, era una imagen articulada con pelo natural que le caía en cascada sobre los hombros, sus rodillas se doblaban a cualquier postura lo mismo que sus brazos y cuello, la talla era de madera noble y las articulaciones estaban muy bien disimuladas, a un que una sabana o sudario le cubría todo el año el cuerpo no la cara. Su cabeza descansaba en una preciosa almohada, que mi abuela paterna Marina Botella Cañizares, le había confeccionado con encaje de bolillos. Mi abuela era una auténtica maestra en este arte, le hizo dos almohadas la que tenía en el nicho y otra mas recargada de encajes, para la procesión del Santo Entierro, en la que la sabana que lo cubría también era de fina tela bordada. Mi abuela le levantaba la cabeza para colocarle la almohada y el tacto de sus manos con la cabeza y el pelo la sobrecogían, pues según ella, era como un autentico cadáver humano.

Josefina Calatayud Minguillo era la depositaria de la hermosa sabana, que cubría el cuerpo de Cristo Yacente, y cuando se la colocaba la tarde de Viernes Santo opinaba lo mismo que mi abuela. Pero lo curioso de esta historia es que este Cristo articulado estaba hecho por Don Alejandro Jimeno Cremades, el cura de Aspe que murió en olor de santidad, donde desarrollo su labor pastoral, y donde tuvo su taller Alcalalí.

Muchas y valiosas obras de arte salieron de aquel taller. El actual párroco Don Pablo, me dijo “que todo lo que hizo para Alcalalí esta catalogado y muy bien conservado, pero lo que hubiese por toda la diócesis de Valencia se ignoraba, porque encargos tuvo muchos” y en el taller dio trabajo a muchas personas, “en el tuvo que integrar a su hermana Manuela y a una feligresa llamada Florencia Ferrando Andrés. Yo le prometí a Don Pablo, darle la información que a continuación detallo, “labró un tabernáculo grande en madera de ciprés, dorándolo luego con oro fino, construyó un órgano tubular combinado con el teclado del armoniun. Labró por si mismo el hermoso retablo de la Virgen del Carmen y una serie de obras artísticas destinadas a Valencia, Sueca, Campanar, Silla, Benejama, Parcent y Aspe, para el que confeccionaron y bordaron el traje de la Inmaculada, en oro tisú de plata y piedras, el de la Soledad en oro fino sobre terciopelo negro, y el de Jesús Nazareno, en oro sobre terciopelo morado”.

Sin lugar a dudas la obra de la que mas orgulloso se sentía Don Alejandro, fue este cristo echo con ingeniería mecánica que le valió el sobre nombre de el “Leonardo Da Vinci de Alcalalí”. Las fechas de la salida de su taller, tanto del traje del Nazareno como la del Cristo articulado coinciden año 1863, la etapa de más creatividad de este sacerdote. Él, mejor que nadie conocía las traiciones de su pueblo Aspe, y quiso hacer un Cristo Crucificado que le diera el máximo realismo al Sermón de las Siete Palabras “El Monte”.

Cuando el sacerdote pronunciaba la ultima palabra, la cabeza de la imagen se inclinaba hacia delante tres veces, la ultima más pronunciada hasta quedar la barbilla pegada al pecho y el pelo cubriéndole la cara, por todo esto y por la emotiva parte musical compuesta por Higinio Marin, el que también coincide su estancia en Aspe unos años antes que las fechas dadas, año 1859, hacían que esta representación fuese única, y que acudiese gente de toda la comarca, hasta el extremo de que la iglesia tenía que abrir todas sus puertas. Una vez acabado el sermón se procedía al descendimiento y a colocar a la imagen en la “cama”, que es como se le llamaba y aun en nuestros Díaz al Santo Sepulcro, a la imagen se le llamaba popularmente “el Cristo de las Cabezas”.

Antonio Calpena vivió de primera mano todo lo expresado pues, su Hermandad desde siempre fue la que lo patrocino, es por eso por lo que no pudiendo remplazar a aquel Cristo articulado, adquirió el más hermoso Cristo de la Agonía que haya salido de los talleres de arte religioso de Olot .

El Cristo Yacente actual de autor desconocido, fue costeado por otro hombre tan importante para la Hermandad de Jesús Nazareno, como el antes mencionado, Enrique Almodóvar Cremades, el miró las necesidades de aquellos primeros años y enriqueció y potenció la Semana santa, con un Cristo Yacente, que si no pudo ser articulado, le igualaba en hermosura al anterior.

Cuando fui invitado a colaborar en esta Revista conmemorativa de los 125 años de la Hermandad de nuestro Padre Jesús Nazareno y Jesús Triunfante, tuve muy claro de que lo que tenía que escribir. Tratar de que estos tres personajes históricos para esta Hermandad, estuviesen presentes en esta conmemoración. Don Alejandro Jimeno Cremades, Don Antonio Calpena Díez y Don Enrique Almodóvar Cremades

Mi agradecimiento al padre Don José Maria Sánchez Cremades, sobrino nieto de don Alejandro, también a mí querida tía Marina y a Matilde Rico Gumiel ella guarda como un tesoro la sabana que cubría a Cristo Yacente. EL testimonio de ellos ha sido para mí muy importante.

Carlos Aznar Pavía
Cronista Oficial de Fiestas